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Los amores de Laura (II final)

Laura Benítez Rodríguez es técnico en Geodesia del Instituto de Ciencias del Mar, fundado el 17 de febrero de 2017, y cree abarcar demasiado por su pasión y porque busca ser mejor profesional, para ello, solo necesita que le alcance la vida

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Laura Benítez Rodríguez. Foto: Cortesía de la entrevistada

La sed de conocimiento de Laura empezó desde muy niña. Su madre, licenciada en Economía, y el padre, graduado de una carrera militar además de especializarse como buzo, paracaidista y en estudios sobre Teología, sostenían en compañía de otros familiares charlas amenas e interesantes en el portal de la casa, donde en cualquier época del año la brisa del mar les resfrescaba la tarde y les dejaba impregnado un gusto a vida por encontrarse en la calle primera de la localidad habanera de Santa Fe.

Los temas versaban desde la guerra hasta la religión, o sobre economía, historia y alienígenas. Algo maravilloso que hacía girar la mente de aquella pequeña por el cúmulo de información.

-Llegó el momento en que también quería opinar. De ahí nacen los deseos de conocer. El ser humano nunca puede cansarse de aprender, por eso, todos los días abro un libro -aconseja.

En el nivel educativo de secundaria básica fue alumna ayudante de Geografía y otras asignaturas vinculadas a las ciencias exactas. Al tener la posibilidad de elegir la carrera en técnico medio de Geodesia y Cartografía, opción que llevaba tiempo sin llegarle a los estudiantes de noveno grado de su centro, no dudó en pedirla. “Esta es la gloria para mí”, dice haber expresado.

Al inicio le costó trabajo adaptarse al cambio porque los profesores procedían de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y resultaban muy exigentes, ya que la ingeniería de esa especialidad se cursa en la Academia Naval Granma. Después, las materias de Oceanografía y Mareografía la enamoraron y lo estricto pasó a ser algo imperceptible.

Comenzó la trayectoria laboral en el Grupo Empresarial Geocuba, en la agencia de Geodesa. Las ansias de adentrarse en lo nuevo la motivó a trabajar en los departamentos de Metrología, Mareografía, Topografía y Catastro.

A los dos años de experiencia decidió enfocarse en la investigación. Optó por el Instituto de Ciencias del Mar (Icimar), el cual la atrapó por la vista que ofrece junto a la costa y la tranquilidad. El lugar representó un pequeño oasis para ella.

El hecho de haber vivido desde edades tempranas frente a una playa, donde los días les resultaban eternos y los vecinos le decían que era un pez por permanecer largos ratos en el agua, constituye la esencia del por qué su apego a ese medio.
-Primero aprendí a nadar y después a caminar -infiere.

Como técnico en Geodesia y Cartografía del Icimar recopila, procesa, analiza y compara datos. Una de sus principales funciones es la realización de mapas de sensibilidad ambiental, que reflejan la temperatura superficial del océano o simulan el derrame de hidrocarburos en determinadas zonas de la costa a partir de las corrientes marinas, la intensidad del viento y demás factores.

-La temperatura se muestra a través de una escala de colores y puede apreciarse la variación según los meses. El de hidrocarburos permite ver la dispersión. Me gusta el trabajo por su variedad. Prefiero ser aprendiz de todo y maestro de nada -argumenta.

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Una aventura en el Golfo de México
El ICIMAR, fundado el 17 de febrero del 2017, mediante la fusión del Centro de Bioproductos Marinos y el Instituto de Oceanología, constituye una entidad subordinada a la Agencia de Medio Ambiente, perteneciente al ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

Su creación ha permitido fortalecer en el país las investigaciones marinas dirigidas al aprovechamiento sostenible de sus recursos sobre bases científicas consolidadas, para ello cuenta con los departamentos de Farmacología, Química, Microorganismos, Procesos Físicos y Biología, así como el Grupo de Información Científico-Técnica.

Las líneas de investigación del centro tienen como objetivo la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica y de los ecosistemas marinos y costeros, el conocimiento predictivo de procesos oceanográficos para el empleo eficaz de ese medio, la rehabilitación de ecosistemas e ingeniería costera y la obtención de bioproductos de recursos naturales marinos.

Uno de los productos logrados es el BIOIL-FC, resultante de una mezcla de cultivos mixtos de bacterias marinas para el saneamiento de ecosistemas contaminados con petróleo y sus derivados, que se utiliza en la tecnología de Biorremediación.

Forma parte del paquete tecnológico para el saneamiento ambiental, dada las circunstancias expuestas, con una rápida y adecuada recuperación del área impactada cerca del 90 por ciento. Esta tecnología está incluida dentro del Plan Nacional de Contingencia contra Desastres por Derrames de Hidrocarburos del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil.

Aunque Laura disfruta más el trabajo de procesamiento en la oficina, ha participado en labores de campo. Integró el equipo del Icimar que realizó una campaña Oceanográfica con el instituto de Baja California, de México.

Estuvieron casi un mes en el Golfo de México, donde pusieron anclajes, es decir, cadenas con varios instrumentos para medir la temperatura y velocidad de la corriente.

-Estuve presente en todo el proceso, desde que se pensó dónde iban a ponerse los anclajes hasta el retiro de los anteriores. Aprendí sobre el trabajo con los equipos, la descarga de los datos, limpiar los instrumentos. Una experiencia de vida a bordo bastante interesante -reflexiona con cierta inflexión en la voz como si quisiera repetir la aventura.

Ante la curiosidad, en el barco caminaba constantemente hasta el puente de mando y preguntaba cómo funcionaba todo lo que le resultaba desconocido. Luego visitaba el compartimento de ingeniería e indagaba por el mecanismo de los motores. Lo mismo hacía en la cocina.

Pero los atardeceres llegaban para calmarla. Parte del mar se tornaba rojizo con la puesta del Sol, y en la superficie resplandeciente eran notables los delfines.

Para mayor deleite, la noche lo hacía desaparecer todo. Y poco a poco empezaba a aparecer un brillo en el firmamento. Las estrellas parecían dispersas por instantes. Más tarde, las veía darse citas en las constelaciones.

-El instituto posee una mentalidad, uso este término porque lo veo como algo vivo, familiar, espiritual, que ata, impulsa, enamora, te hace sentir tan a gusto que lo ves como una casa -lo reconoce así, quizás, por su obsesión con el mar.

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Intercambio con estudiantes del preuniversitario Rubén Martínez Villena, de La Habana, sobre la importancia de proteger el medio ambiente. Foto: Cortesía de la entrevistada

Laura disfruta intercambiar con los niños y adolescentes en los círculos de interés o en los encuentros de orientación vocacional organizados por el centro. Buscan sensibilizar sobre temas como la protección ambiental y motivar a los más jóvenes hacia el conocimiento.

Ella cree abarcar demasiado porque intenta ser mejor profesional, labrarse un camino sin reconocimiento pero útil para los demás. Son muchos objetivos los propuestos, solo espera que le alcance la vida para lograrlos.

Cuando comenzó a trabajar en el Icimar pensó que estaba en el paraíso y el tiempo se lo reafirmó. Asegura haber esablecido una conexión con el lugar y el colectivo, por eso los incluye entre sus amores junto a la comida, la lectura, el mar, los animales, la familia y César, el médico de quien se enamoró.

-Casi no me desagrada nada de la vida -y para enfatizar añade- siempre trato de ver lo positivo.

Por Boris E. González Abreut
Departamento de Comunicación del Citma

 

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