Desde que los embates de los fenómenos atmosféricos hundieron sus garras en las costas de Guayabal, aquello no ha sido lo mismo. La fiereza del huracán Paloma todavía se vislumbra en la vegetación deprimida y en los estragos menos visibles que de muchas maneras sometieron el entorno. Hasta la fecha, la senda ha sido clara: fomentar la recuperación allí, y dejar que la naturaleza haga lo suyo.
Joel Luis Arias Cervantes, pescador, desde la piel quemada de los brazos hasta el ojo experto para saber cuándo el mar está o no lleno de bondades, trae entre manos un empeño que puja hacia esa armonía que buscan con el medioambiente. Colocarlo detrás del micrófono es robarle minutos valiosos que tiene destinados a la reparación de su barco.
El patrón de la embarcación República de Angola puso a su tropa desde el mes de enero a cargo de un emprendimiento nuevo para él, pero que enseguida le encendió la pasión, porque eso de andar innovando le mueve los ardores y lo saca de la cama muy temprano, con las primeras luces. Ahora está a tiempo completo encargado de construir la granja de ostiones.

Su conocimiento del tema inunda la tranquilidad del mediodía, con un mar como plato, en el puerto de Guayabal. Claro que había investigado al respecto y sabía que la construcción de estas granjas rústicas puede fomentar una forma muy sostenible de maricultura, en total armonía con los ecosistemas.
Allí, entre los rostros curtidos por el salitre, se conoce también que el cultivo de ostión mejora la calidad del agua, fomenta la biodiversidad y les echa una mano en la lucha perenne contra la contaminación.
“Me gustó de inmediato el proyecto. Empezamos a cortar la madera, enseguida enterramos las jatas y aquello fue cogiendo forma. En el corazón de la costa, protegida de futuros eventos climatológicos, en una laguna, hicimos la siembra artificial de los ostiones.
“Los ostiones son especies filtradoras, se adhieren a los gajos del mangle y ahí se dan de maravillas. Para sacarlos, la mano humana daña el ecosistema donde habita y amontona perjuicio al ambiente natural. Las granjas ponen fin a esta intromisión”.
Me cuenta que en suelo tunero las construcciones rústicas de estas granjas están conformadas por colgaderas con la misma concha reutilizada, en las cuales las larvas del ostión se adhieren y no se fijan al mangle, de manera que no se ejerza presión sobre el ecosistema manglar.
“Actualmente tenemos dos cuadretas hechas y vamos a concluir más. Desde que nos dieron la tarea entendimos que el trabajo de hoy nos facilitará mucho la captura en el futuro, pues es solo ir hasta esa locación y cargar el barco”.
Como biólogo, no le resulta cómodo estar mucho tiempo fuera del mar. Le encanta la pesca de escamas, la sierra, el pargo…, un sinfín de especies que por allí cursan tranquilas. Pero si algo tiene claro es que el hombre debe adaptarse a su entorno y no viceversa, “el mar habla y está pidiendo protección”.

La granja que ya se robustece en Guayabal nació del financiamiento del proyecto Conpescas Guacanayabo, una alianza con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y el Fondo Mundial para el Medio Ambiente.
En su estrategia de desarrollo hasta el año 2030, la Empresa Pesquera de la provincia de Las Tunas (Pescatun) contempla un incremento sostenido en la producción de ostiones, lo que incidirá en el desarrollo económico-social de varias comunidades costeras. Actualmente, se dedican a la actividad 3 hectáreas y la proyección es llegar a 12.
Muchos pescadores como Joel trastocan sus rutinas saladas para proteger los manglares. El respeto inmenso al mar los guía. Saben que luego van a echar el morral en agua segura.
Tomado de Periódico 26
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